olor a mango.
mango en la mesa
tu cara en mi memoria
sonrisa inquieta y besos matutinos
el viento cruje en la mañana.
ahora sólo su olor
y mi saliva seca,
porque te fuiste después del desayuno, con el pan aún en la mesa
los días pasan pero el olvido se queda
aferrándose a la vida,
arrancándome la paciencia
y escribir es lo único que me queda
como heredera huérfana,
como presa sin condena
los pasillos de esos años aún conservan sus cuadros y escaleras chuecas,
con tu sombra como cortina,
con tu apellido viejo
de mala gana
mal donado
como un museo de cera arrinconado,
clausurado
porque ya nadie viene, a nadie le interesa
“no voy a pagar por ver una vida deshecha”
ya ni la entrada gratis, ni la luz de otoño
así, cada mañana que llega te alejas más
ya no comes mango, ya no te sientas en mi mesa
te sabe a nada, te aburre mi existencia
y yo dejando marchitar mi cuerpo
ahogando mis ganas de estallar
aceptando tu partida,
como si no doliera, como fruta podrida, como cadena perpetua.